Con brocha o rodillo, el lacado de un puerta resulta sencillo siempre que se cuente con materiales de calidad. Vamos a ello.
Como todas las operaciones de pintado, antes de ponerse a la faena se hace necesario preparar la superficie. En este caso estamos hablando de madera, por lo que habrá que realizar una imprimación, dejarla secar y proceder al lijado. En caso de que existan orificios habrá que proceder a rellenarlos, antes de dar la primera mano de pintura.
La madera admite sin problemas los esmaltes sintéticos o grasos. Sólo habrá que tener en cuenta que si el pintado se realiza en una estancia fría resultará conveniente colocar el bote de pintura en un recipiente con agua caliente para evitar viscosidades.
¿Brocha o rodillo? Para los aficionados suele resultar más sencillo utilizar un rodillo que deberá ser de espuma si se utiliza pintura acrílica, o de mohair si se trata de un esmalte sintético. Siempre habrá que realizar las pasadas de izquierda a derecha y de derecha a izquierda evitando que queden marcas.
La brocha, por su parte, tiene sus trucos. Si ha elegido una barata, antes de nada deberá arrancar las cerdas que se encuentran sueltas. Al empaparla en pintura habrá que escurrir los restos en el bote y aplicarla, a continuación, de derecha a izquierda. Nunca se deberán realizar pinceladas verticales.
Puede que la puerta tenga cristal o zonas delicadas que no se pintan, Para protegerlas, bastará con pegar unas bandas en el marco interior. Para evitar accidentes, es aconsejable comenzar la faena por la parte superior y las esquinas y terminar en las superficies más grandes.
Recuperando muebles lacados
El paso del tiempo y la acumulación de polvo sobre muebles lacados desluce su apariencia. El brillo puede reaparecer si se tiene en cuenta un sistema sencillo y natural. Bastará con preparar un té bien cargado y hacer que hierva en una olla, para después dejarlo enfriar.
La solución obtenida se utilizará como cualquier producto reparador. Se unta en un trapo viejo y se aplica sobre la superficie a tratar. La mecánica es muy sencilla. Se pasa el preparado por el mueble sin frotar con demasiada vehemencia. En el mismo momento ya se percibe el resultado.
La otra alternativa consiste en utilizar aerosoles tradicionales. En cualquier droguería puede hacerse con un abrillantador, aunque no resultan recomendables si se piensa en su eficacia y en el bolsillo.